Cuanto más espacio tiene una planta para desarrollar sus raíces en la tierra, más crece en tamaño y menos vulnerable a posibles enfermedades es. Es un principio general lógico cuando pensamos en plantas en la naturaleza o en el jardín y, en cambio, no es raro que las plantas en maceta se dejen durante años sin trasplantar. Os contamos cuándo y cómo cambiar una planta de maceta para disfrutar durante muchos años de su encanto.
Una de las primeras observaciones que debemos hacer los paisajistas cuando compramos plantas para nuestros proyectos en los viveros, en especial con los arbustos y árboles, se dirige a la parte más baja, a veces la más ignorada, de los ejemplares: sus raíces. Al extraer el cepellón de su contenedor, nos encontramos a veces con círculos y círculos de raíces congestionadas, espiralizadas, tan enrolladas sobre ellas mismas que pueden incluso tapar la tierra en la que crecen. Es un motivo claro de descarte de la planta, porque significa que ha estado demasiado tiempo en el mismo contenedor o maceta, forzada a crecer sin espacio disponible. La alta densidad de raíces y el tiempo que han estado en ese mismo sustrato con alta probabilidad habrá agotado los mejores nutrientes disponibles.
Esto es exactamente lo mismo que les ocurre a nuestras plantas en maceta y debe preocuparnos (casi) tanto como nos preocupan otros factores: cuándo regar, cómo regar, si debo abonarlas o no, cuándo y cómo podarlas… El trasplante, además, es mucho más puntual: si nos acordamos de hacer la comprobación y cambio de maceta una vez al año o cada dos años, ya deberíamos tenerlo todo bajo control.
Digo que es casi tan importante porque también es cierto que algunas especies incluso agradecen tener las raíces un poco congestionadas, como los Agapanthus, que florecen de forma más prolífera en estas condiciones. Pensemos también en cactus y suculentas, cuyo ritmo de crecimiento es mucho más lento y por tanto pueden permanecer años en el mismo emplazamiento sin problema. Cierta limitación en espacio también puede ayudarnos a mantener la planta un poquito a raya sin mimarla demasiado, controlando su crecimiento y haciéndola más resistente. Un poco de estrés es positivo en jardinería.
¿En qué tamaño de maceta debo plantar mi planta por primera vez?
Empecemos por el principio: siempre me gusta aclarar a quien va a cuidar de una planta en maceta que el mantenimiento de ésta frente a una planta que va directa al suelo es mayor y por tanto también lo debe ser el compromiso de cuidarla. Dicho esto, cuando adquirimos una planta en el vivero o en el centro de jardinería, lo ideal es pensar ya en el primer trasplante. Aunque la planta no lleve mucho tiempo en el contenedor donde la hemos comprado, lo habitual es que vengan en maceta de plástico, y lo cierto es que no hay nada como una maceta de barro por su elegancia, funcionalidad…
Pero, ¿Qué tamaño de maceta es el adecuado para trasplantarla por primera vez? Esto es sencillo: limítate a una maceta ligeramente más grande que la maceta en la que venía la planta. Ni del mismo tamaño ni exageradamente más grande. En principio, una maceta muy grande no es un gran problema, pero es habitual que queramos regar toda la maceta y, al ser de un volumen muy superior, la planta puede acusar enseguida el exceso de riego. Además, en términos puramente ornamentales, una maceta grande con una planta pequeña dentro rompe las proporciones que al ojo le resultan agradables. Es mejor ir escalando poco a poco, año a año, a macetas más grandes siguiendo el crecimiento de la planta, que no querer ahorrarnos el trasplante durante años pasando a una maceta grande de golpe.
¿Qué síntomas pueden indicar que mi planta necesita un trasplante?
Lo normal es que, al principio, incluso los primeros años, no notes nada en tu planta y que cualquier síntoma sea más fácilmente atribuible a excesos o defectos de riego, a que hayamos elegido mal el punto de luz, etc. Pero puedes acordarte de estos síntomas para considerar que ha llegado el momento del trasplante:
- Las raíces están creciendo por fuera de los agujeros de drenaje de la maceta, buscando nueva tierra
- Las raíces empujan la planta fuera de su maceta por el mismo motivo.
- Nuestra planta lleva tiempo sin crecer o está creciendo de forma mucho más lenta de lo que lo hacía.
- El crecimiento en el tercio superior de la planta es mucho mayor que en la parte media e inferior y, como consecuencia, se dobla.
- El sustrato de la planta se seca rápidamente después del riego, porque hay muchas raíces con demanda hídrica.
- Las exudaciones minerales en forma de manchas blancas en las paredes de la maceta se han incrementado.
La necesidad de un trasplante también puede venir a la inversa, es decir, cuando hemos trasplantado a una maceta demasiado grande y necesitamos llevarla a una más pequeña. Los síntomas que pueden estar indicándonos que necesitamos reducir su tamaño son:
- Amarilleo de las hojas o tendencia hacia colores parduzcos.
- En plantas de hoja perenne, como el boj o el tejo, la planta también tiende a colores marrones.
- Caída de hojas y marchitamiento en general.
- La planta no crece apenas o lo hace demasiado lentamente.
- El sustrato permanece demasiado tiempo empapado en la capa más superficial, aunque no estemos regando demasiado, y se pudren ahí las raíces.
Como veis, estos síntomas también son atribuibles a otras causas. Detectar el origen exacto de los males que afectan a nuestra planta no es fácil, pues el achaque puede ser multifactorial, pero tampoco muy difícil, ya que se trata de observar e ir descartando posibles causas en función de cómo hemos ido cuidando de nuestra planta. No hay máximas inamovibles ni causas inequívocas… lo mejor en jardinería es la observación y el razonamiento. Frente a un amarilleo de las hojas, la solución también puede pasar por atacar varios frentes de una: dejemos de regar tanto, démosle un abono adecuado rico en hierro, mejoremos su drenaje y trasplantémosla a una maceta más grande con un sustrato adecuado. Así sabremos que hemos hecho todo lo posible por mejorar su estado.
¿Cómo debemos cambiar una planta de maceta?
Primero hay que preparar la nueva maceta a la que irá nuestra planta. Colocamos una cama de arlita o de grava que asegure un correcto drenaje y rellenamos con suficiente sustrato para que al colocar nuestra planta, esta no quede sobreenterrada. Un truco consiste en repartir algo de tierra vegetal nueva y rica en la base de la maceta, por encima de la arlita, colocar la planta con su maceta antigua dentro de la nueva maceta y rellenar con más tierra hasta que veamos que el nivel al que queda es el adecuado. Después retiramos la planta con su maceta antigua y nos habrá dejado un hueco perfecto para colocar la planta fácilmente.
También debemos preparar la planta para poder sacarla lo más fácilmente posible de la maceta en la que estaba. Si la maceta es de plástico, podemos apretarla con las manos para crear bolsas de aire y desprender las raíces más superficiales de las paredes de la maceta. Suele ser necesario también cortar las raíces que han salido por los agujeros de drenaje, que actúan como un anclaje entre la planta y la maceta. Si, en cambio, nuestra planta está en una maceta de barro que no podemos manipular fácilmente, puede ser necesario rascar con una pala muy estrecha o incluso con un cuchillo todas las paredes interiores de la maceta para de nuevo desprender las raicillas.
Una vez hayamos conseguido desprender el cepellón de la anterior maceta, ya podemos introducirla en el hueco que hemos preparado en la nueva maceta. Podemos escarificar las raíces, incluso romperlas ligeramente, para estimular que salgan en busca de la nueva tierra que les vamos a dar. Apretamos bien para que quede asentada la tierra, rellenamos si hace falta y, por último, siempre debemos dar un riego copioso. Si pasadas unas horas después del riego vemos que el sustrato ha bajado por compactación, algo muy habitual, deberemos llenar con un poco más de sustrato, pero nunca sobreenterrando la planta, cuyo cuello debe quedar siempre a la altura a la que quedaba en la antigua maceta.
¿Cuál es el mejor momento del año para trasplantar una planta?
En plantas de interior, cualquier momento del año puede ser válido siempre que dentro de casa mantengamos más o menos estables los parámetros de luz, temperatura, humedad ambiental. Siempre es preferible evitar los momentos de más calor del año, porque quizá tenemos el aire acondicionado a máxima potencia, resecando el ambiente y bajando a veces incluso demasiado la temperatura ambiental en la casa; y los de máximo frío, si esto implica que los radiadores funcionan a todo rendimiento, de nuevo resecando el ambiente.
En plantas de exterior, el mejor momento del año para llevar a cabo el trasplante es la primavera cuando empiezan a crecer de nuevo. En otoño, las lluvias y las temperaturas más bajas pueden llevar a la planta a soportar un ambiente demasiado húmedo e incluso de encharcamiento; en invierno, el viento frío también puede causar desecaciones en algunas especies y las heladas muy fuertes rompen las macetas; y finalmente en verano, si no regamos lo suficiente, la planta se puede secar más rápidamente.
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Àlex Fenollar vivió su infancia rodeado de sierra, creció junto a sus abuelos agricultores, cerca del campo y del jardín familiar. De ahí surgió su vocación como paisajista y su formación, en buena parte autodidacta, que le ha hecho contar con una amplia experiencia en jardines de diferentes lugares de España. Su pasión son los jardines naturalistas, con perspectiva ecologista, todo ello sin olvidar el alto valor decorativo y emocional de las plantas y flores.