Guía básica para educar a tu perro

Guía básica para educar a tu perro

Creado el 6 de octubre de 2018
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Conocido como “el mejor amigo del hombre”, el perro se ha convertido en la mascota por excelencia, por la fidelidad y obediencia que habitualmente ofrece a su cuidador y los beneficios que le aporta a este, entre ellos la reducción de la ansiedad o el fortalecimiento de su sistema inmune.

Cuando llevamos un cachorro a casa por primera vez, lo primero que deberíamos hacer es enseñarle su espacio para que lo reconozca enseguida. Colocaremos sus juguetes allí y le mostraremos dónde está el agua y la comida. Hay que tener presente que, debido a la separación del lecho materno, el cachorro que puede sentirse triste, especialmente a la hora de comer y a la de dormir. Por eso, buscará cariño y protección en nosotros, aunque al principio no se muestre alegre, ni juguetón. También puede estar algo desorientado, así que convendrá limitar su espacio para que se vaya acostumbrando.

El contacto con él es importante, toda la familia deberá saber cómo sujetarle: siempre poniendo una mano bajo su pecho, para evitar cogerle por las patas o por el pescuezo. Hemos de evitar manejarlo o jugar con él bruscamente, pues tardará unos días en sentirse cómodo.

Sea cual sea su edad, el perro necesita tener su espacio en la casa, un lugar fijo donde dormir y descansar, y lo debemos elegir y preparar antes de que llegue a nuestro hogar. También hay que tener en cuenta dónde comerá y a qué zonas de la casa no le dejaremos ir, para restringir su paso a ellas.

En el caso de tener una casa con exteriores (jardín, terraza, etc.), deberíamos:

  • Si es posible, instalar una puerta especial para él, para que pueda entrar y salir cuando quiera.
  • Adecuarle una caseta.
  • Si se puede escapar, lo rodearemos de una valla que no pueda saltar.

Cuando nuestro perro se hace mayor, sin embargo, algunas de sus necesidades cambian. Si pierde movilidad o se ven disminuidos algunos de sus sentidos (vista, oído, etc.), habrá que adecuar el espacio de la casa teniéndolo en cuenta. Procuraremos evitar obstáculos, como escaleras, aunque para ello tengamos que variar su lugar habitual para dormir. En definitiva, habrá que reducir el número de potenciales peligros que puede encontrar a su paso. A los perros ancianos hay que resguardarlos del frío y mostrar hacia ellos una mayor comprensión frente a una creciente demanda de atención o ante posibles reacciones de desobediencia.

Si dejamos solo a un perro muy mayor, sería conveniente no hacerlo durante mucho tiempo o encargar a alguien que lo vigile y le dé de comer, ya que lo necesitará más a menudo que uno joven. Cuando nuestra ausencia sea prolongada, habrá que tener en cuenta que dejarle a cargo de alguien que no le es familiar podría generarle estrés o agravar alguna enfermedad. Merece la pena considerar la opción de llevarlo con nosotros o confiarle el cuidado a alguien con quien el perro tenga verdadera confianza.

Sugerencias para educar a tu perro

Intenta darle la comida en un horario fijo, de modo que su aparato digestivo se regule y el perro defeque después de cada comida. Tras las comidas, le sacaremos a pasear, siempre al mismo sitio. Cuando acabe, le felicitaremos y regresaremos a casa, sin alargar demasiado el paseo para que no se confunda, sobre todo si se trata de un cachorro. En ese caso, puede que tenga ganas de orinar o defecar al despertarse por la mañana, después de la siesta, tras beber agua, después de jugar o antes de irse a dormir. En caso de tener más de una puerta de salida, siempre usaremos la misma para sacarle, de manera que pueda avisarnos olfateándola o arañándola cuando quiera ir a hacer sus necesidades.

Si le sacamos con regularidad o después de cada comida no hará sus necesidades dentro de la casa. Mientras esté aprendiendo, no le dejaremos corretear por la casa sin vigilancia y, si tenemos que dejarlo solo, lo haremos en una habitación que sea fácil de limpiar, como el baño. Es recomendable no dejarle más de ocho horas solo, ya que entorpeceríamos su ejercicio y socialización.

Es probable que se le escape alguna vez la orina o las heces. En ese caso, le llevaremos hasta donde lo ha hecho y le diremos “no” en un tono de voz bajo y firme. Le secaremos con un papel y le llevaremos, con el papel, a la zona donde tiene que defecar. Si después de seguir estas indicaciones, nuestro perro continúa orinando o defecando en casa para marcar su territorio, deberemos consultar con el veterinario, ya que puede que muestre cierta rebeldía o que presente algún problema de conducta.

Cuando el perro olisquea el suelo, camina en círculos o se agacha quiere decir que tiene ganas de orinar o defecar. En cualquiera de estos casos, le sacaremos a pasear cuanto antes. Nuestro perro tiene un olfato mucho más sensible que el nuestro, de manera que, si ha orinado o defecado en algún lugar de la casa y no hemos eliminado completamente el olor, volverá a ese lugar. Tendremos que utilizar detergentes neutralizadores especiales que son más efectivos que los normales.

Es bastante probable que nuestro perro presente alguno de los malos hábitos que enumeramos a continuación, pues son los más frecuentes. Lo que deberíamos hacer es detectar por qué los comete y, sin duda, corregirlos:

  • Si mordisquea lo que no debe, le llamaremos la atención diciéndole “no” o “eh”, y desviando su atención hacia los juguetes. Le acariciaremos y le diremos en un tono alto y alegre “buen chico” cuando mordisquee su juguete.
  • Si gruñe o muerde, le ataremos con la correa y diremos “no”, después seguiremos jugando. Si no deja de hacerlo, dejaremos de jugar.
  • Si ladra excesivamente es por algún motivo. Puede que esté aburrido, estresado, que reclame o proteja su territorio, o que intente llamar la atención; al fin y al cabo es su manera de comunicarse. Le corregiremos el vicio de ladrar demasiado diciéndole “calla” en voz baja, y evitaremos que siga haciéndolo premiándolo cuando no lo haga y dedicándole unos minutos diarios de ejercicio. Si continúa haciéndolo, lo ataremos a la correa y se lo volveremos a ordenar diciéndole “calla” y haciendo que se siente y permanezca sentado; entonces le premiaremos. Si ladra cuando nos vamos le dejaremos juguetes para que se distraiga.
  • Si acostumbra a pedir comida, no se la daremos comida cuando estemos comiendo en la mesa, pues entonces lo hará constantemente. Le daremos de comer antes que nosotros y le ignoraremos si se acerca a la mesa. Si pide le diremos “no”. Puede que sea necesario que le tengamos que llevar a su espacio o enseñarle a que se tumbe en su cama a la hora de nuestra comida.
  • Si busca en la basura, está actuando de manera territorial. Para corregirle, lo sacaremos a pasear con una correa larga para dejar que vaya buscando, y cuando llegue al límite de la correa, entonces estiraremos y le diremos “no”. Aprenderá después de repetir la acción varias veces. También resulta práctico poner algún alimento picante en la basura para que no vuelva a acercarse.
  • Si excava en la tierra, puede que lo haga porque tiene calor y busca un lugar más fresco, por aburrimiento o porque quiere esconder algo o le atrae algún olor. Cuando veamos que los hace le diremos “no” y le distraeremos jugando con él. Es importante que siempre tenga agua fresca (no muy fría) para refrescarse y que le proporcionemos juego, distracción y ejercicio para evitar estos comportamientos.
  • Si intenta huir, debemos mostrarle los límites del jardín o de la zona de la cual no puede salir. Para que aprenda esos límites, lo pasearemos con la correa y diremos “no” y le haremos retroceder cada vez que los sobrepase. Aun así, lo mejor es tener limitado el espacio que no debe sobrepasar.